Aunque diseñadas con el legítimo propósito de reducir los niveles de spam, los códigos CAPTCHA son de todas formas un factor de irritación para el usuario promedio de Internet, por el retraso que implican en el acceso a información o a distintos servicios en Internet. La funcionalidad CAPTCHA permite distinguir a los humanos, quienes deben escribir una combinación alfanumérica presentada en una imagen distorsionada.
En ocasiones, la distorsión aplicada por CAPTCHA es tan marcada, que ni siquiera los humanos -usuarios legítimos- logran entenderlas.
El sistema ha sido diseñado para mejorar la seguridad y mantener alejadas las redes de rebotes, bajo el supuesto de que, en principio, una máquina o algoritmo no logra discernir de la misma forma que una persona.
Ante esta situación, Google ha diseñado una nueva función denominada re-CAPTCHA.
La propia Google detectó en una investigación realizada en 2012 se que el 99,8% de los códigos CAPTCHA pueden ser vulnerados por sistemas automatizados.
El nuevo sistema es sorprendente debido a su sencillez; aunque se claro claro está, se trata de una sencillez aparente para el usuario, que se limita a seleccionar la opción “no soy un robot” en un casillero. Cuando el usuario selecciona tal opción, Google activa un proceso de verificación interna, que le permite confirmar si el usuario es verdaderamente un ser humano. En caso de existir duda, el sistema presenta una pregunta ilustrada por un elemento gráfico; por ejemplo, la fotografía de un gato, pidiéndosele al usuario seleccionar imágenes afines a esta, en un grupo de imágenes. Mientras que tal información es fácil de discernir para un ser humano, para una máquina es mucho más difícil -aunque no imposible- según comprobó la propia Google en una investigación anterior.
La empresa ofrece a los administradores de sitios y servicios web registrarse gratuitamente para implementar el servicio re-CAPTCHA.
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Ilustración: captura del sitio re-CAPTCHA de Google.
