Jonathan Freedland, comentarista del periódico británico The Guardian, considera que Mark Zuckerberg salió airoso y satisfecho de su reciente comparecencia ante el Senado estadounidense. En tal sentido, cita la conclusión del sitio Axios: “Zuckerberg demostró ser más inteligente que sus interrogadores”.
Según Freedland, tan bueno fue el desempeño de Zuckerberg que las acciones de Facebook se apreciaron en 4,5% inmediatamente después de concluida la audiencia legislativa, donde debió explicar el papel de su red social las actividades presuntamente ilegales, de extracción de datos de 87 millones de usuarios por parte de la empresa británica Cambridge Analytica. “Dicho de manera sucinta, los políticos son abrumadoramente inservibles a la hora de hacer preguntas”.
Nuevamente citando a Axios, Freedland escribe: “Zuckerberg estaba bien preparado, pero también se benefició de un cuestionamiento redundante que rara vez incluyó preguntas inteligentes de seguimiento. Parte del problema era la evidente ignorancia, incluso desconcierto, frente a la tecnología, mostrada por la mayoría de los senadores, muchos de los cuales son de edad avanzada. A veces Zuckerberg nos recordaba al adolescente cortés que visita a sus abuelos, sólo para pasarse la tarde mostrándoles cómo activar su WiFi”.
Bromas aparte, el problema de fondo parece ser más serio, observa Freedland, agregando que “una vez más, un comité con autoridad tiene frente a sí a una persona clave, acusada de irregularidades, quien retorciéndose logra salir indemne del interrogatorio”.
El comentarista lamenta que los senadores no fueron capaces de hacer preguntas concisas, agudas y concretas, que requirieran respuestas claras o incluso incómodas. “En lugar de ello, hacían una avalancha de preguntas en cada una de sus intervenciones, lo que permitía al fundador de Facebook elegir qué preguntas responder y cuáles ignorar. Asimismo, utilizaban el poco tiempo del que disponían para presentar sus propios puntos de vista, en lugar de obtener la opinión de Zuckerberg. También hacían preguntas abstractas o generales, que el CEO de Facebook podía responder y dilatar a su antojo”.
El problema es estructural
Freedland se pregunta a qué se debe la insuficiencia constante de los políticos a la hora de asumir un papel inquisidor. “No puede atribuirse a una falta de formación, ya que muchos políticos comenzaron como abogados o periodistas, donde hacer preguntas es parte de su trabajo. Parte de la respuesta es estructural. Estas sesiones de las comisiones implican que el papel de interrogador se comparte entre una docena o más personas, donde cada uno dispone de poco tiempo; alrededor de cinco minutos. La falta de un interrogador único atenta contra el cuestionamiento sostenido, con preguntas de seguimiento y presión frente al interrogado”.
La solución: coordinación planificada
A juicio del comentarista de The Guardian, la solución sería una coordinación cuidadosamente planeada, que lleve a los legisladores a planear de antemano una estrategia general, decidiéndose sobre tres o cuatro preguntas clave, sobre las cuales insistir hasta obtener respuestas, y que cada participante en el interrogatorio dé seguimiento a las preguntas hechas por su predecesor.
“Pero claro, eso va en contra del instinto de los políticos. Para ellos es más fácil competir que cooperar, situación que, por cierto, excede las barreras partidistas. También compiten con sus propios aliados, al interior de sus partidos políticos , ya que son rivales que buscan el lucimiento personal, coronado cuando su brillante pregunta aparece en las noticias de la televisión”.
“Ese afán de los políticos de dar a conocer al mundo lo que piensan sobre un tema determinado permitió a Zuckerberg mantener reserva sobre lo que piensa, sobre lo que sabe y sobre lo que hace”, concluye señalando Jonathan Freedland.