En cualquier caso, hay que tener en cuenta la legislación vigente sobre vehículos autónomos: hay países donde están permitidos o en estudio y otros donde están prohibidos. Tal y como pasa con otras innovaciones tecnológicas, todavía hay debate social y político sobre qué hay que hacer, que la tecnología podría estar a punto antes de que el debate sea maduro.
En la actualidad la industria automovilística trabaja con unos márgenes de error muy pequeños. Si un sistema de frenado tiene una fiabilidad del 99 %, esto quiere decir que fallaría una vez de cada cien. Pero en el futuro, con una preponderancia de coches inteligentes, «no podrá fallar nunca. Un vehículo no se puede colgar como un ordenador o un móvil, porque puede costarte la vida (y, a veces, lo hace). En el caso de los vehículos, que son un bien de consumo masivo, hay que conseguir esta fiabilidad de forma muy extendida y con un impacto económico pequeño en el coste del vehículo. Es decir, tiene que ser bueno, bonito y barato», aseguran los expertos.
Por lo tanto, la irrupción del vehículo inteligente puede conducir a tecnologías más fiables, nuevas interfaces de interacción, más seguras y eficientes y que nos permitan interactuar solo con la voz, y también a una nueva manera de pensar las ciudades inteligentes por el hecho de que se derivaría la sensorización al ciudadano.
¿Qué es un coche inteligente?
Los coches inteligentes pueden traer un nuevo cambio en nuestra forma de interactuar con el entorno. Pero ¿qué quiere decir «coche inteligente»? Ahora mismo hay tres elementos básicos imprescindibles: todo lo que se refiere a la gestión del vehículo (que permite realizar una gestión eficiente y diagnósticos sobre su funcionamiento. Ya hace tiempo que los vehículos incorporan estos adelantos, pero son casi imperceptibles para el usuario y su manera de conducir), las aplicaciones de apoyo al conductor (las aplicaciones de navegación que ya se usan actualmente y las que permiten interactuar remotamente con el vehículo. Serían aplicaciones parecidas a las del teléfono inteligente) y, por último, las aplicaciones de actuación sobre el vehículo (estas son quizás las que serán más importantes en el futuro por todo lo que pueden implicar. Todos recordamos películas como Yo, robot o El sexto día, en la que la conducción manual estaba casi prohibida).
Las aplicaciones sobre el propio vehículo son el ámbito más rupturista. La conducción automática de vehículos puede tener varias ventajas, como por ejemplo reacciones más rápidas, pero también previsibles si todos los vehículos se conducen automáticamente. También se podría regular el flujo de vehículos de forma que se evitaran embotellamientos, ordenar el aparcamiento (puesto que, si un sistema sabe si hay un sitio libre y ha decidido enviar un vehículo, ningún vehículo llegaría antes). Por último, y hay que tenerlo muy en cuenta, el conductor podría relajarse cuando conduce.
También es posible hacer un mal uso de estos vehículos. Si no se encuentra aparcamiento, se podría dejar el vehículo dando vueltas solo y, si todo el mundo hiciera lo mismo, tendríamos una ciudad llena de “coches zombis”.
Deberes para las ciudades inteligentes
Los vehículos que se autoconducen implican muchas tecnologías y, por lo tanto, se necesitaría un esfuerzo de las administraciones para regularlas, de modo que implantaran un modelo de gestión eficiente. Haría falta sensorizar la ciudad para tener información de tránsito y aparcamientos. Y, de hecho, los propios vehículos pueden convertirse en sensores y transmitir esta información. Y también habría que definir formatos de intercambio de datos estándar, incorporar sistemas de sensores en el vehículo: de proximidad, de visión por computador, etc. Por último sería necesario gestionar grandes volúmenes de información conectados por la red.
Por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC)
—
Imagen: Vehículo autónomo vía Shutterstock © RioPatuca