La reducción del tamaño de los componentes electrónicos y la disminución de sus precios han permitido, gradualmente, añadir características inteligentes a las máquinas y conectarlas a Internet, desde aquellas usadas para enfriar el aire en las casas u oficinas hasta las que permiten el funcionamiento de grandes trenes.
A este cambio tecnológico se le denomina comúnmente Internet de las Cosas (IoT), lo que junto a Big Data, Ciudadano Inteligente, computación en la nube y Seguridad es una de las cinco grandes tendencias en TI.
Y es precisamente gracias al IoT que hoy podemos cuidar de mejor forma nuestra salud utilizando un weareable, es decir, un dispositivo que recopile información sobre nuestra presión arterial y los pasos que hemos dado en un día; podemos conocer la relación entre el consumo de combustible de nuestro auto y los kilómetros recorridos en cada ocasión para calcular las mejores opciones con el objetivo de contaminar menos y ahorrar más; también podemos usar drones para capturar información que permita a las compañías constructoras elegir el mejor sitio para edificar o a las autoridades para saber si se cumple con el reglamento de construcción.
Para lograr esto, es necesario agregar a cada una de las máquinas: sensores, una Unidad Central de Procesos (CPU) y una conexión a Internet, a partir de lo cual además de existir en el mundo físico el equipo también tendrá presencia en la web con su propia dirección IP y las vulnerabilidades a las amenazas informáticas que tienen cualquier otra máquina.
Las estimaciones del número de “cosas” conectadas a Internet en el futuro varían; sin embargo, se calculan que serán entre 26 mil y 212 mil millones de unidades conectadas al IoT en 2020.
Riesgos del IoT, una amenaza oculta
Todos los desarrollos que se realizan en el Internet de las Cosas (IoT) pueden agruparse en dos grupos de acuerdo con sus funciones: o son dispositivos que recogen información mediante sensores del ambiente en el que se encuentran para transmitirla de manera constante o bien reciben instrucciones vía internet y realizan alguna actividad en el sitio donde estén ubicados, aunque también de manera viable pueden realizar ambas funciones.
En cualquiera de los casos existen dos puntos que deberían preocuparnos: la privacidad y la seguridad. En el primer punto se trata de preguntarnos ¿quién puede tener acceso a los datos recolectados por cualquier dispositivo y para qué?; mientras que en el segundo, la interrogación es ¿quién podría decirle qué hacer?, por ejemplo en lo referente a las funcionalidades de un ferrocarril o una central atómica.
Ataques en el IoT, ¿qué tanto sabemos?
Entre las amenazas más probables contra los dispositivos conectados al IoT figuran los códigos llamados zero-day, los cuales tienen la capacidad de aprovechar las vulnerabilidades existentes en los nuevos programas o plataformas creadas por los fabricantes de dispositivos, quienes usualmente no prevén los riesgos. Un claro ejemplo son las televisiones inteligentes, las cuales son capaces de transmitir las conversaciones de los usuarios por el mismo micrófono por el que reciben instrucciones.
Asimismo, otra área de riesgo la constituyen los dispositivos médicos, los que conectados en red poco a poco se vuelven parte del tejido del Internet de las Cosas. Estos accesorios son aquellos que pueden llevarse puestos, que pueden ingerirse de manera temporal o que incluso pueden introducirse en el cuerpo humano para curar ciertas enfermedades o proporcionar medicamentos. Ante este escenario, Intel Security publicó La Internet de las Cosas en la atención sanitaria: oportunidades y riesgos, un resumen del informe The healthcare Internet of things rewards and risks en el que se hace un interesante análisis sobre si ocurrieran fallos de gran impacto en tales accesorios, la sociedad sin duda alguna opondría resistencia para su utilización, lo que –remarca el documento- retrasaría su despliegue en años o décadas.
Por Edgar Vásquez Cruz, Intel Security