La iniciativa de IBM se basa en el hecho de que, con mayor o menor grado de esfuerzo, todos los programas de informática pueden ser vulnerados. Es decir, siempre se da una ecuación en que se combinan errores de programación o negligencias de parte del fabricante del software, con las habilidades de los hackers, resultando invariablemente en la penetración ilícita de sistemas informáticos. La conclusión, entonces, es que todos los sistemas de seguridad basados en software son vulnerables.
Con el fin de contrarrestar lo anterior, IBM presentó una serie de computadoras que atacan el problema de la seguridad con base en el hardware y no el software. En este caso, se trata de un chip capacitado para cifrar información con claves de 256 bits, que brindan un elevado grado de protección de datos y sistemas.
La exportación de sistemas de encriptación de primera línea fue posible en Estados Unidos únicamente después de que la administración Clinton flexibilizara considerablemente la normativa del caso, que situaba a tales sistemas en una partida arancelaria similar a los armamentos. Para efectos legales, un individuo o empresa que exportara ilegalmente sistemas de cifrado sujetos a licencia de exportación, eran ubicados en la misma categoría que los traficantes de armas.