Comentario: El alarmismo de IFPI y las discográficas

En una afirmación que puede resultar descabellada, la organización IFPI asegura que la piratería de material discográfico con derechos reservados pone en serio riesgo la existencia de 600.000 puestos de trabajo.

Aunque nadie desconoce que la piratería representa un serio problema para la industria discográfica, cada vez queda más patente que sus representantes tienen predilección por las estrategias extremas que en nada benefician su causa.

Una de tales intervenciones corresponde a Jay Berman, presidente de IFPI (Federación Internacional de la Industria Fonográfica), quien en un intento por acelerar las acciones de la UE contra la piratería, declaró la víspera que 600.000 empleos están en serio peligro como resultado de tal actividad ilícita.

Aún dando por válido el pronóstico de la IFPI, puede concluirse que la industria discográfica es, lisa y llanamente, una maquinaria anticuada, con muchos eslabones innecesarios y elevados márgenes de ganancia. La mejor prueba es que los propios artistas han señalado que a ellos sólo les queda una ganancia proporcional reducida del total pagado por el comprador del CD, después que los sellos discográficos han distribuido sus productos físicos en una larga cadena de eslabones, incluyendo la publicidad.

En este contexto, no es aventurado decir que la industria discográfica no lucha sólo contra la piratería, sino contra el desarrollo tecnológico en sí. Su lucha contra la distribución ilegal vía Internet es, en realidad, una lucha por conservar el formato de CD.

En efecto, el CD es un formato que permite a la industria discográfica vender 2 o 3 canciones populares, o “hits”, en un paquete -el disco- que incluye otras 10 melodías de relleno. De esa forma, cobra un precio que puede resultar razonable únicamente al considerar que se trata de un álbum completo que, en este ejemplo, tendría 13 temas musicales.

Sin embargo, la industria discográfica está conciente que la distribución digital beneficiaría al usuario que sólo esté interesado en bajar -y pagar por- las dos o tres canciones que realmente son de su agrado. Ahí surge el problema para los sellos, que sencillamente no podrían cobrar el mismo precio del CD completo al usuario que sólo se interesa por parte de su contenido. La distribución digital sencillamente socavaría el modelo actual.

En un modelo generalizado de distribución digital, la labor fundamental de las discográficas quedaría limitada a producir música y a mejorar su calidad. Correspondería a otros actores, como por ejemplo portales de música y proveedores de contenido, encargarse de lllevar la música al comprador final. De esa forma, la industria discográfica perdería la distribución, que es un lucrativo eslabón en la cadena de valor.

No es extraño entonces que RIAA, IFPI y otras organizaciones recurran a las querellas, la intimidación, el sabotaje y el alarmismo en lugar de desarrollar sistemas eficaces de distribución digital que beneficien al público y a los artistas.

Héctor Pizarro
Director
DiarioTi.com


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