Según un informe de ComScore, en promedio una persona pasa 1.000 minutos conectada y en este sentido, Argentina ocupa el cuarto lugar después de Canadá (2200 min), Estados Unidos y México en el tiempo promedio que una persona permanece conectada a Internet.
Ante este nivel de actividad online, es real que los usuarios no conciban la posibilidad de no poder acceder a un sitio; no obstante los accidentes existen y un sitio puede caer por segundos. Es en ese momento que el mundo parece colapsar y es allí donde los yayistas – empresas y usuarios – manifiestan su angustia, frustración y su desesperación al no poder conectarse.
Sí, el siglo XXI parece estar signado por el “yayismo”, una nueva denominación que comienza a circular en el entorno digital, que intenta expresar de manera simbólica las vivencias que acompañan el estar online 24 horas x 365 días. “Lo quiero todo ya. ¡Cuánto tarda! ¡No puedo esperar!”, son algunas de la frases que se escuchan a diario; sentimiento que se ve agudizado por el uso de smartphones y las tablets.
El smartphone es una herramienta de contacto con… un Otro. Hablar por teléfono es una acción que parece haber quedado relegada al pasado, es el menor de los usos. La investigación de “El Futuro Digital en Argentina 2015”, realizada por ComScore, asegura que el consumo móvil se convierte de manera acelerada en la corriente principal de uso del ecosistema digital. El número de views desde dispositivos móviles (No-PC) tuvo un incremento de 7,3 puntos en comparación con el año anterior. Por otro lado, si se considera que el 57% de los usuarios abandona una web si tarda más de 3 segundos en cargar, es posible comprender el reto al que, como sociedad, nos enfrentamos. Estos son los comportamientos que acompañan esta nueva conducta.
La permanencia online de una página, la velocidad en la que carga una web, son situaciones que pueden marcar el límite entre el éxito y el fracaso de un negocio. Hechos que constituyen comportamientos, que se acentúan con el uso de los smartphones, en donde el yayismo parece tener mayor relevancia. Un gesto en la palma de la mano impulsa que todo suceda ya, aquí y ahora, con un clic o un swap, sucesos que tienen íntima relación con la frustración.
Si bien es por todos sabidos que la tolerancia a la frustración es más baja en los niños que en los adultos, el online y la caída del online impactan con nuevos comportamientos que llevan a un contacto directo con la frustración del adulto al no alcanzar el yayismo, que impulsa a considerar que el mundo gira para cada uno y que se puede acceder a todo lo que se quiere, en el momento en que se lo quiere.
Ya es no poder esperar, no se sabe esperar. Internet invita a perder el concepto de tiempo, la capacidad de pensar en los deseos y necesidades de los demás. Cuando por razones técnicas no se logra estar online, las personas se sienten frustradas y despojadas de lo que “necesitan” en ese instante.
Claro que todo no debería entrar en la misma dimensión. Una cosa es la impaciencia en transacciones financieras, otra en el e-commerce, otra en las búsquedas (el googleo), y otra en sitios webs no críticos, y así en orden decreciente.
En el mundo financiero es donde las caídas y la lentitud es crítica porque las pérdidas son grandes. Allí se maneja una Internet de mucha más velocidad, incluso basada en otro hardware mucho más potente que el de los sitios de e-commerce, de búsquedas y de medios digitales.
La realidad es que más allá de todos los sistemas de control y seguridad que se implementen en el mundo digital, existen accidentes. Los sitios pueden destruirse temporalmente con caídas de energía, problemas climáticos, rotura de hardware, virus o hackers, y es necesario estar preparados para dar soporte ante estas situaciones. Evitar el cien por ciento de las incidencias es posible siempre y cuando se tenga una estrategia de DR (disaster recovery), servicios de alta disponibilidad complementados con sistemas de monitoreo.
Por Carlos Horowicz, CEO de Planisys