Como oriundo de la costa oeste de los Estados Unidos con domicilio actual en New England, he pasado tiempo disfrutando de explorar las montañas de New Hampshire. A pesar de ser pequeñas en comparación con otras grandes cadenas montañosas del mundo, las White Mountains (así se llaman) impresionan por su particular topografía y su resiliencia frente a las inclemencias meteorológicas.
El Monte Washington —su pico más alto con 1917 metros— es testigo del “peor clima del planeta”. Durante más de 60 años, este pico se atribuyó el récord de la ráfaga de viento más veloz de todo el mundo, a la increíble velocidad de 372 km por hora registrada en 1934.
En este contexto, el tecnólogo que hay en mí no puede evitar analizar las posibilidades del edge computing en geografías remotas del planeta donde, por lo general, no existen los grandes centros de datos ni la conectividad continua.
Para mí, el edge computing es la capacidad de cristalizar los casos de uso transformadores que hoy sueñan las empresas y llevar la toma de decisiones en tiempo real a lugares remotos. Puede tratarse de una fábrica o un tren rugiendo a lo lejos, el hogar conectado de una persona o su automóvil andando a toda velocidad en la autopista.
O incluso en el espacio. ¿Quién pensaba que estaríamos usando Kubernetes en el espacio? Es así. Red Hat colaboró junto con IBM para llevar el edge computing a la Estación Espacial Internacional.
El edge computing puede transformar la forma en que vivimos y lo estamos comprobando a diario.
Por qué es tan importante la colaboración
Las tecnologías de borde están fusionando el universo digital con el físico de una forma totalmente nueva y eso tiene un impacto a nivel humano. Esta repercusión en el ámbito personal puede parecer un logro aspiracional, pero ya existe. Un buen ejemplo es cuando usamos AR/VR para reforzar la seguridad en planta.
Sin embargo, la colaboración continua es necesaria para seguir generando éxitos revolucionarios. Sin importar el rubro o la organización, todos dependemos mucho unos de otros. Si analizamos específicamente el sector industrial y el de telecomunicaciones, me viene a la mente la relación simbiótica y de apoyo mutuo entre estas áreas: el desarrollo de 5G no puede tener éxito sin casos de uso industriales que, a su vez, se basan en las tecnologías de telecomunicaciones.
Pero aún quedan muchos desafíos por delante: reducir la complejidad de la red, preservar la seguridad, mejorar la agilidad y garantizar un dinámico ecosistema. Y la única forma de encarar y resolver estas cuestiones es recurrir a la sabiduría colectiva de la comunidad.
En Red Hat, usamos el código abierto para unificar y empoderar a las comunidades a gran escala. El ecosistema de código abierto reúne a las personas para que trabajen en un problema común y lo resuelvan con software. Tener un propósito compartido puede convertir esfuerzos aislados en una lucha colectiva para que los cambios abarquen a toda la industria en su conjunto y reflejen un amplio rango de necesidades y valores.
He experimentado y respirado las comunidades de código abierto durante la mayor parte de mi vida profesional y puedo decir que la colaboración que facilita el código abierto sigue impulsando cambios increíbles y alterando el futuro de múltiples formas. Me gusta decir que el código abierto es el motor de la innovación en la industria.
Si colaboramos de esta forma con el 5G y el edge, las tecnologías emergentes podrían transformarse en bases comunes apasionantes al igual que sucedió con Linux y Kubernetes. Porque cuando trabajamos juntos, el único límite de estas posibilidades es la imaginación.
De los mapas a las aplicaciones y mucho más
¿Recuerda haber tenido que usar un mapa de papel para ubicarse al conducir? Yo sí y, por cierto, extraño la época en que trazábamos en el mapa el recorrido en automóvil durante las vacaciones de verano en familia.
Saltemos al presente: pensemos en las aplicaciones que damos por sentado en nuestros teléfonos u hogares que nos permiten modificar nuestra ruta en tiempo real para evitar el tránsito o monitorear y permitir el acceso a nuestras casas, al punto tal que definen cómo interactuamos con nuestros entornos y entre nosotros. Sin embargo, no hace mucho tiempo, la mayoría de estas cosas eran inimaginables. Apenas teníamos tecnología de nube, estábamos realizando la transición de 3G a 4G y habían aparecido los teléfonos inteligentes.
Pero era una época en la que muchas personas desarrollaban mejoras a partir de tecnologías básicas. La convergencia de tres tendencias tecnológicas terminó por presentar una oportunidad sumamente revolucionaria: un servicio de transporte manejado por dispositivos móviles, nativo de la nube, que te lleva a donde desees.
Esta oportunidad solo fue posible gracias a que cada tendencia se apoyó en las otras para crear un producto verdaderamente novedoso. Sin alguna de estas tendencias, las aplicaciones que derivan de las aplicaciones de transporte compartido del mundo no habrían sido las mismas ni tan disruptivas. Imagínese luchando por encontrar un punto de wifi en la esquina, con su laptop abierta afuera de un restaurante bajo la lluvia, o fundando su empresa a partir de un centro de datos masivo. La convergencia de los smartphones, las redes 4G y el cloud computing ha dado paso a un nuevo mundo.
Hoy estamos creando la próxima ola de tecnologías que se convertirán en elementos tan incorporados a nuestras vidas y tan indispensables en nuestro quehacer cotidiano que nos preguntaremos cómo fuimos capaces de vivir sin ellos. ¿Está preparado para vestirse con prendas con sensores que le indiquen cuán sano se encuentra?
Las posibilidades de las tecnologías de borde son igual de apasionantes. Todo comienza por la fusión del mundo digital con el físico. Si sumamos una conectividad ubicua —aprovechando una plataforma 5G y edge común— podemos transformar la forma en que las tecnologías operativas interactúan con el mundo físico. Y eso cambiaría todo.
El futuro es hoy
Estamos creando este nuevo mundo difícil de imaginar, pero no tan ajeno porque ya hemos visto cómo esta historia ha evolucionado en el pasado. Es de esperar que estas nuevas tecnologías tengan profundas repercusiones para el ser humano, en nuestra cotidianeidad, en el modo en que interactuamos unos con otros y en el entramado social de nuestro mundo.
Pero todo esto no sería posible sin la colaboración.
Solo basta con observar cómo el open source ha propiciado la colaboración y cómo el trabajo en conjunto ha ayudado a personas en todas las organizaciones e industrias a construir plataformas robustas compartidas con más rapidez y a diferenciarse, por ejemplo, por medio de aplicaciones y capacidades diseñadas a partir de Kubernetes y Linux.
En este preciso instante, somos muchos los que estamos construyendo ese futuro. Esto es algo que me pone muy feliz, especialmente porque sigo explorando los bordes y salientes de las White Mountains mientras disfruto de la conectividad digital y las instrucciones que recibo en el teléfono.
Por Chris Wright, CTO, Red Hat