La dependencia tecnológica es una realidad que caracteriza a la sociedad actual. La gran mayoría de las personas están hiperconectadas y dependen de sus dispositivos móviles desde el momento en que apagan la alarma de su despertador hasta que envían el último correo antes de dormir. Sin embargo, esta sobreestimulación puede tener consecuencias negativas en la capacidad de concentración y dificulta la desconexión tecnológica.
Los gobiernos y las empresas ya reconocen el derecho a la “desconexión digital” y están tomando medidas para asegurar el descanso tecnológico de los trabajadores. De hecho, en el año 2017, Francia aprobó una ley que otorga a los empleados de empresas compuestas por más de 50 personas el derecho legal a ignorar los correos electrónicos recibidos fuera del horario laboral. Ese mismo año, se aprobó una ley similar en Italia y Filipinas. Un año más tarde, en 2018, en España entraba en vigor la Ley Orgánica de Protección de Datos Personales y Garantía de los Derechos Digitales que fija el derecho de los trabajadores a la desconexión digital en el ámbito laboral, protegiendo su tiempo libre y destacando la no obligación de atender llamadas ni correos fuera de su horario de trabajo.
Aunque otros países como Alemania no cuentan con esta legislación, ya son muchas las grandes compañías, incluidas Allianz, Volkswagen y Daimler, que se han encargado activamente de limitar la cantidad de conexión que tienen sus empleados cuando no están en el trabajo.
A más tecnología, menor es nuestra capacidad de atención
La tecnología y más específicamente su capacidad para mantenernos constantemente “activos” y conectados nos está cansando. En este sentido, científicos de la Universidad de Yonsei en Corea descubrieron que el aumento de energía que requiere responder al flujo constante de información está provocando tensión física y psicológica en los empleados.
Cada vez es más evidente que el estrés físico y psicológico asociado al agobio tecnológico puede afectar nuestra vida laboral y personal, influyendo en nuestra motivación. Esta situación se agudiza todavía más en las conocidas como generación Z y generación millennial, todos ellos nativos digitales, ultraconectados y a los que se les hace realmente difícil desconectarse de sus dispositivos móviles. Así pues, es necesario que estos perfiles sean conscientes de la dependencia tecnológica porque como generación laboral futura la falta de desconexión puede aumentar el riesgo de agotamiento y otras enfermedades relacionadas con el estrés.
Otro efecto secundario importante del exceso tecnológico es la reducción de los períodos de atención. Un estudio de investigadores de la Universidad Técnica de Dinamarca menciona que “la capacidad de atención global colectiva se está reduciendo a causa de la cantidad de información que se presenta al público”. Debido a que la tecnología constantemente nos está brindando nueva información, nuestra capacidad de concentración está disminuyendo. De hecho, esta limitación puede afectarnos en muchos aspectos de la vida. Por ejemplo, tener una atención limitada influye en cómo nos relacionamos con los demás e incluso disminuye nuestra capacidad de aprendizaje.
El problema de la productividad
Estar disponible las 24 horas del día los 7 días de la semana, puede ocasionar que las personas sean menos productivas, dañar la capacidad de atención de los trabajadores e incluso puede afectar negativamente a otros aspectos de nuestras vidas, no solo en el entorno laboral.
A primera vista puede parecer que los empleados y las compañías se benefician de todos los servicios que proporciona la tecnología. No obstante, hay una cara negativa de la tecnología, menos conocida, que afecta desfavorablemente a la productividad. Por ejemplo, tener nuestro teléfono móvil a nuestro alcance puede provocar que nos distraigamos de la tarea de trabajo que estábamos realizando y tengamos que dedicar un momento a volver a concentrarnos.
Para evitarlo, lo recomendable es crear espacios en los entornos de trabajo designados a estar “desconectados”. Recientemente, varias empresas líderes, incluido el café ‘Last Word’ en la Biblioteca Británica, han tomado medidas para prohibir o confiscar teléfonos en el trabajo y poder mejorar la productividad y la concentración.
En este sentido, los centros de trabajo flexible de IWG disponen de espacios sin tecnología en los que los profesionales pueden interactuar cara a cara disfrutar de un momento de ocio y desconexión. Además, las oficinas flexibles también son una opción ideal para quienes tienen su espacio de trabajo en sus domicilios y tienen dificultades para desconectar del trabajo. Por lo tanto, poder recurrir a oficinas flexibles podría ayudar a todos aquellos que quieran tener un espacio de trabajo que les permita separar la vida personal de la laboral, asociando sus hogares a su lugar de desconexión, ocio y relajación.
Un informe reciente de Deloitte descubrió que “el valor derivado del empleado siempre activo puede verse afectado por factores negativos como el aumento de la carga cognitiva, la disminución del rendimiento y del bienestar del empleado”. Está claro que los lugares de trabajo necesitan encontrar soluciones a los problemas de sobrecarga tecnológica por el bien de su negocio y crecimiento personal.
Aunque la tecnología ofrece enormes beneficios a las empresas y a sus empleados, es necesario encontrar el equilibrio adecuado. Los espacios de trabajo flexibles y las zonas designadas a estar libres de tecnología son solo dos de las soluciones a este problema de hoy en día, que ayudan a las personas a separar sus horas de trabajo del tiempo no laboral y además minimizan las distracciones mientras realmente trabajan.
Por Philippe Jiménez, country manager de IWG Group España