Diversos estudios internacionales han demostrado lo anterior, estableciéndose con claridad que el acceso de alta velocidad a Internet es una condición esencial para el desarrollo económico y social.
Sin embargo, la propia evolución tecnológica está haciendo que los retos a que se enfrentan hoy los países que buscan el desarrollo sean mayores en el ámbito de la conectividad. Dichos retos dicen relación directa con el aumento del volumen y tráfico de datos que conlleva la creciente digitalización global. Esto ha llevado a que, por ejemplo, entre los años 2010 y 2014 la demanda de capacidad en los cables submarinos interoceánicos creciera en forma sostenida; según datos de la consultora TeleGeography, ha aumentado 4,5 veces.
La demanda sobre las redes de fibra óptica -que ha sido la autopista esencial en este proceso de digitalización en todos los niveles- ha crecido vertiginosamente, aprovechando sus capacidades al máximo. Entre otros factores, en esta demanda de mayor capacidad incide la propia masificación y explosión del acceso a la red de redes, tanto a nivel de dispositivos móviles como fijos, el auge del video y del Big Data, el aumento de las soluciones basadas en la nube pública y el florecimiento de la Internet de las Cosas.
Este contexto obliga a los países a establecer estrategias para insertarse adecuadamente en este nuevo escenario y se toma conciencia de que es necesario desde hoy transformar las grandes ciudades en smart cities, cuestión que sólo será posible ejecutando acciones que tiendan a fortalecer desde hoy sus infraestructuras físicas (carreteras, edificios, etc.) y lógicas (TI, conectividad, etc.). Estas ciudades inteligentes deberán contar con verdaderos ecosistemas de dispositivos y redes aptas para enviar datos de forma permanente y en tiempo real, como por ejemplo la 5G, para materializar los beneficios que en calidad de vida y desarrollo económico prometen la IoT y la cuarta revolución industrial.
Las smart cities no son una cuestión trivial o futurista, puesto que tienen que ver con el desarrollo económico y social de los países de manera muy directa. De hecho, quienes tomen ventaja hoy en este ámbito serán claves en la economía mundial en una década. Según datos del McKinsey Global Institute, serán algunos pocos centenares de las ciudades inteligentes del planeta las que concentrarán el 60 por ciento del PIB global.
En el caso de Chile, a nivel público, la infraestructura es un tema en el que se viene trabajando, para cubrir esos nuevos requerimientos. En especial, destaca la iniciativa denominada Agenda Digital 2020, que deja en claro los objetivos para este futuro cercano: conectar al 100% de las escuelas públicas, el 90% de los hogares con banda ancha de 10 Mbps (el 20% de ellos con fibra óptica), 100 Mbps para industrias inteligentes en el 2025, integrar digitalmente al país y posibilitar que el 90% de las comunas cuente con Wifi gratuito. Paralelamente, se viene materializando el proyecto FOA (Fibra Óptica Austral) que unirá la zona sur de Chile a través de un enlace fibra óptica, en buena parte submarino, entre las ciudades de Puerto Montt y Punta Arenas.
El cumplimiento de estos objetivos permitirá al país acercarse a los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), ya que a nivel regional –no está de más volver a decirlo ni subrayarlo- Chile es líder en muchos indicadores del área de las telecomunicaciones. Hay cifras interesantes que permiten ver el panorama del presente con mayor claridad. Así, por ejemplo, mientras las naciones de la OCDE tienen un promedio de más del 50% de las empresas y al 25% de los hogares con conexiones de alta velocidad, Chile aún sólo tiene al 8% y al 2%, respectivamente. Asimismo, mientras los países del mencionado grupo tienen un 17% de conexiones de fibra óptica en accesos fijos, Chile alcanza hasta ahora sólo un 3%. Dichos indicadores son más evidentes cuando se comparan con los líderes digitales, como Japón, país que tiene al 98% de sus empresas y más de la mitad de los hogares con conexiones de alta velocidad, mientras la fibra óptica está presente en el 98% de los accesos fijos.
Como vemos, Chile se encuentra encaminado a lograr una verdadera integración de su territorio y se prepara para seguir incrementando las capacidades de su infraestructura, redes y anillos, todo lo cual si bien ha respondido adecuadamente hasta hoy, requiere para el futuro cercano y mediano estar a la altura de la evolución tecnológica. Así lo exige también el actual liderazgo regional del país, porque, como bien sabemos quienes trabajamos en la conectividad y las telecomunicaciones, en la medida que mejor se hacen las cosas en este ámbito las obligaciones crecen, puesto que nuestros servicios y las autopistas digitales que forjamos se tornan cada vez más críticas para la vida de todos.
Por: Ramiro Herrera, Gerente de Carriers, CenturyLink, Chile