Un modelo que hoy juega un rol fundamental es lo que conocemos como economía colaborativa, es decir, el desarrollo a través del intercambio de recursos y capacidades.
Durante los últimos años, el tradicional modelo de la competencia ha sido desplazado por la economía colaborativa, una práctica que muestra mejores resultados en términos de rentabilidad y producción. Cerca de un 40% de las compañías que se han posicionado entre las más rentables del mundo lo han hecho colaborando y no compitiendo. Google, Facebook, Airbnb o Uber, entre otros, han apostado por la integración entre sus proveedores, clientes y la colaboración de su cadena de valor.
En Chile este modelo se ha ido desarrollando lentamente. Hasta hace 10 años las empresas locales vivían en un estado de comodidad, ya que la oferta era significativamente menor a la demanda de productos y servicios. Las compañías tenían una gestión comercial reactiva y solo esperaban que sonara el teléfono.
Sin embargo, ese escenario cambió drásticamente gracias al impulso público-privado a proyectos de emprendimiento y fomento a la pequeña y mediana empresa. Hoy en día, en los mercados predomina una sobreoferta de productos y servicios, lo que ha llevado a las empresas a salir a fidelizar a sus clientes.
En la gran mayoría de los casos, la reconquista del cliente supone la participación en gremios, asociaciones, jornadas y actividades que están conectando empresas y potenciando redes negocios, lo que representa una gran oportunidad para que todos ganen.
Los empresarios Pyme deben tener en consideración que al cooperar e implementar un modelo de economía colaborativa, podrán entre otras cosas abaratar costos, desarrollarse de forma sostenible, ofrecer una mayor y mejor oferta y gestionar de manera más eficiente sus recursos. En otras palabras, la colaboración hace que seamos más.
Por Nicolás Lowick-Russell, gerente general de COMPITE