En tal caso, no es difícil imaginarse que el manual de instrucciones del automóvil tendría unas 500 páginas y que la mayor parte de sus contenidos serían ininteligibles para una persona normal. La garantía del automóvil nuevo abundaría en cláusulas que eximirían al vendedor de toda responsabilidad una vez entregado el vehículo al comprador. De hecho, se especificaría que al abrir la puerta del automóvil, el comprador está aceptando todas las condiciones de la garantía, renunciando a cualquier objeción posterior.
Asimismo, sólo sería posible operar el vehículo con el combustible especial desarrollado por la propia fábrica, en tanto que todas las luces de advertencia y emergencia serían reemplazadas por una señal única con el texto algo anda mal con el automóvil. Naturalmente, este debería ser actualizado periódicamente para optimizar su funcionamiento.
En algunas ocasiones, el automóvil se detendría sin dar aviso alguno. En tales casos, el conductor sólo debería arrancar nuevamente y aceptar la situación como algo totalmente normal.
La composición química del combustible sería modificada periódicamente por la compañía, lo que haría necesario cambiar algunos de los componentes del automóvil, por supuesto que a cuenta y riesgo del comprador.
El vehículo sólo podría ser usado por una persona a la vez, a menos que se compren las licencias que permitan incorporarle más asientos.
Finalmente, es probable que para la medianoche del 31 de diciembre de 1999 el automóvil experimente un colapso total que lo deje totalmente inservible.
(Basado en un artículo de Auto Motor Sport)
