La científica y socióloga Lorena Nessi escribe en Brain Blogger que “actualmente vivimos rodeados por una red de dispositivos electrónicos conectados y en continua expansión; hay quienes le llaman Internet de las cosas (IoT), donde Internet se incrusta en cada objeto ‘inteligente’, ya sea virtual o físico, dotado de un sistema de computación identificable, que pasa a formar parte de la red”.
Según la Dra. Nessi, esta situación es objeto de un intenso debate, que genera expectación y, ocasionalmente, serias preocupaciones. Al respecto, cita al científico Stephen Hawking, quien ha advertido que la tecnología plantea un considerable riesgo de destruir a la humanidad en el próximo siglo. La Dra. Nessi desarrolla el tema señalando que Internet de las Cosas consiste no sólo de dispositivos inteligentes conectados, como tabletas o teléfonos móviles, sino también objetos como lavadoras, termostatos y sistemas de iluminación en hogares.
Todos estos elementos avanzan hacia un sistema de computación descentralizada, que genera innumerables conexiones entre personas, en todo el mundo. Esto implica una capacidad cada vez mayor de comunicarse, organizarse, trabajar y enviar instrucciones desde locaciones remotas. “Sólo podemos imaginarnos el potencial de flujo y entrega de comandos a futuro, como asimismo la cascada de dificultades de privacidad y seguridad necesariamente asociadas al concepto”.
Luego pone de relieve que Internet de las cosas está conectada por vía inalámbrica, que explica la facilidad con que la información puede ser intercambiada. Sin embargo, junto con ser el principal elemento habilitador también constituye su principal debilidad al ser vulnerable frente a hackeo mediante procedimientos igualmente remotos e inalámbricos.
Luego, la científica señala que el cuerpo humano en sí será “aumentado”, convirtiéndose así en una nueva unidad de Internet de las Cosas. “Nuestros cuerpos podrían convertirse en el vehículo para una verdadera mina de información personal y seguridad, que dará pie a problemáticas en el ámbito de la filosofía y la seguridad, donde nuestros cerebros no sólo serán la única ubicación dentro de nuestro yo físico, donde se almacene la información. Las implicaciones son formidables, debido a que hay muchos aspectos desconocidos sobre la forma en que la identidad, como asimismo las normas culturales y sociales, podrían verse alteradas con un ser humano porta-chip”.
La Dra. Nessi concluye su artículo señalando que la situación planteada sólo constituye la punta del témpano, ya que indudablemente en algún momento los bio-circuitos estarán en el dominio público, y el cerebro humano se convertirá en parte integral de la red, “donde ya no estaremos hablando de una red de cosas, sino red de seres”.