Videoconferencias sin retardo; conectividad fluida incluso en grandes aglomeraciones, como conciertos o eventos deportivos; videojuegos con una resolución 8K; sistemas domóticos de mayor calidad y más seguros… La llegada del 5G hará todo eso posible.
Y para que sea una realidad, los operadores móviles invertirán más de un billón de dólares durante los próximos años, según las estimaciones de la GSMA. El mismo organismo espera que al menos una de cada cinco conexiones móviles use redes 5G para 2025. Pero, ¿realmente nos cambiará la vida? y de ser así, ¿cuándo?. Los expertos responden que los cambios llegarán progresivamente, pero no serán evidentes para todos.
Vamos a percibir que nuestros teléfonos móviles tienen más velocidad de datos, pero a un usuario no experto quizá no le parezca significativo porque ahora mismo ya puede, por ejemplo, ver un vídeo de YouTube en su teléfono con una calidad aceptable. La diferencia está en que el vídeo que verá dentro de un tiempo será un vídeo que tendrá 8K o realidad aumentada y que, en lugar de ocupar 600 MB como ocupa ahora, ocupará 10GB.
De hecho, lo que realmente cambia con el 5G es la infraestructura de comunicaciones. Se trata de una actualización global que afecta principalmente a dos áreas que no percibimos a simple vista. Una es la manera en que el teléfono móvil se conecta a la antena del tejado de las casas; la otra, lo que ocurre en el espacio de internet que no vemos, entre los servidores. El acceso inalámbrico de todos los dispositivos móviles va a ser mucho más rápido de lo que es ahora porque se abrirán más bandas de telecomunicaciones. Como lo que se intenta es que todo se acabe conectando a internet —los coches, las neveras, los robots de las fábricas, etcétera, hay mucho más tráfico. Y en telecomunicaciones no hay magia: si quieres que quepan todos y correr más, necesitas una autopista más grande. Por eso las bandas de televisión que ya no se usan se utilizarán para comunicar y mandar datos. Si esa infraestructura antes era una carretera, ahora será una autopista. Lo que cambia es el escalado de la red.
Usos reales
Esa autopista que usaremos para transmitir datos puede aprovecharse de muchas formas. Peter Stuckmann, jefe de la unidad de sistemas para la futura conectividad de la Comisión Europea, afirmaba hace unas semanas, en la última edición del 5G Forum, que el 5G podría ser un aliado contra el coronavirus porque, gracias a ella, podremos afrontar la atención médica a distancia y ayudar así a abordar las crisis sanitarias en el futuro. Los expertos afirman que, efectivamente, el 5G facilitará realizar en remoto multitud de servicios médicos. Pero, además, tendrá la capacidad de no paralizar el mundo en caso de otra pandemia.
La situación causada por la COVID-19 ha hecho aún más evidente la necesidad de mejorar la conectividad para poder hacer frente a circunstancias excepcionales como las vividas con el coronavirus, y ese salto digital podrá darse con el 5G. El hecho de tener una infraestructura de telecomunicaciones con una conectividad tan amplia hará que el uso de las tecnologías digitales desde cualquier entorno sea mucho mejor. Conseguirá que los entornos de trabajo sean más robustos ante pandemias como esta, por lo que toda la sociedad sacará beneficios, porque se tratará de una sociedad mejor conectada.
¿Cuándo comprar un nuevo celular?
Todos estos avances de los que podremos disfrutar algún día requerirán nuevos terminales móviles. Pero, aunque ya hay modelos en el mercado que pueden usar el 5G, los expertos advierten que aún no tenemos necesidad de cambiarlos. La razón es que si hoy acudiéramos a un establecimiento a comprar un celular 5G, no aprovecharíamos todas sus ventajas. En estos momentos, la infraestructura desplegada es el 5G NSA (non stand-alone), pero el año que viene es posible que tengamos ya algunas ofertas comerciales de cobertura 5G SA (stand-alone). Además, la diferencia es que el estándar NSA implica que se aprovecha la infraestructura 4G actual, de forma que el núcleo de la red se mantiene y solo evoluciona la parte de la interfaz de radio, que pasa a ser 5G NR (new radio), mientras que en el estándar SA toda la infraestructura es de nueva generación, tanto la parte de la interfaz de radio (new radio, NR) como la parte del núcleo de la red (next generation core network, NGCN), que incrementará la velocidad de descarga (más de 10 Gbps, teóricamente), hecho que supone menor latencia (hasta 1 ms) y aumenta la velocidad de subida.
La letra pequeña del 5G
Aunque el paso de la 4G al 5G no es un cambio tan disruptivo como el que vivimos al pasar de la 2G a la 3G —cuando prácticamente pasamos de poder enviar solo SMS a poder ver vídeos con el móvil—, la actualización de infraestructuras que trae consigo el 5G sí es un avance importante. Pero, ¿traerá este paso algún aspecto negativo?
Hay que advertir sobre la privacidad, a la que renunciamos cada vez más, en muchos casos sin ser conscientes de ello. Se presiona para que todo esté conectado a la red y quien gestiona esta información tiene muchísimo conocimiento sobre la población. Debemos ser muy conscientes de la tecnología que estamos usando y, cuando en el futuro nos compremos un carro y nos digan que está conectado, deberíamos preguntar si esa conexión puede desactivarse, porque es posible que no queramos que, a cambio de que nos digan que hay un semáforo en rojo a 100 metros, sepan a dónde vamos. Creemos que es necesaria una regulación más estricta.
Otro aspecto que hay que tener en cuenta con la llegada del 5G es el del costo de la tarifa de datos. Con velocidades de más de 2 Gbps podemos descargar grandes volúmenes de datos en un tiempo récord, pero eso implica que nuestra tarifa de datos se agote en muy poco tiempo. Si realmente queremos sacar provecho de la conectividad 5G, tendremos que pensar en tarifas de datos ilimitados, que, sin lugar a duda, tendrán un coste mayor.
Por Xavier Vilajosana, profesor de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC y Carles Garrigues, profesor de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC
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