En la mayoría de las empresas chilenas no existe cultura de la innovación

En la mayoría de las empresas chilenas no existe cultura de la innovación; lamentablemente, a nivel país, tampoco, pese a los grandes esfuerzos que se han hecho y se siguen haciendo para ello.

Inversionistas ángeles, capital semilla, fondos de inversión, incubadoras de negocio, beneficios tributarios y, en la actualidad, Start-Up Chile que busca convertir a Chile en el polo de innovación y emprendimiento de América Latina, son sólo algunos ejemplos de las múltiples iniciativas que se han llevado a cabo para tratar de instaurar una política de innovación estable.

Sin duda, ha habido logros. Hay quienes exitosamente han logrado desarrollar sus proyectos con excelentes resultados. Eventualmente nos encontramos con noticias de jóvenes innovadores que ganan algún incentivo por sus novedosas aplicaciones o proyectos. Aciertos internacionales, como el de Nick D’Aloisio, el chico británico de 17 años que vendió a Yahoo! una aplicación para móviles que creó por más de 23 millones de euros, ya lo quisiéramos en Chile.

Muchos fracasan, precisamente porque no existe cultura de innovación, es decir, no tienen una estructura contundente para llevarla a cabo que determine, entre otros factores, asignación de recursos, presupuestos, planificación, seguimiento y, por sobre todo, el compromiso transversal de la organización, partiendo por la alta gerencia o sus directivos. Así, es fácil caer en la tentación de abortar estas iniciativas, ya que siempre se busca el resultado a corto plazo y se ve como un gasto sin sentido seguir inyectando dinero a estos proyectos.

Una cultura de la innovación implica tener claro que en el camino se puede perder; y no una vez, sino varias, pero que si una sola iniciativa da buenos resultados puede cambiar el futuro completo de una compañía. Un ejemplo emblemático es el iPod de Apple, un producto ícono que innovó en diseño y con un modelo de negocios sustentable. Por eso, perseverar es indispensable; innovar no puede ser una iniciativa aislada.

Si bien los instrumentos que el mercado y el Estado ponen a disposición claramente ayudan, pero el compromiso real debe ser de toda la empresa con una metodología que esté alineada con los objetivos de negocios. No hay curso ni capacitación de mejores prácticas que sirva si la compañía no se compromete en todo ámbito y con todas sus áreas; si a  nivel país no se entiende que el modelo debe ir por el lado del conocimiento y el incentivo a la propiedad intelectual, como herramienta de desarrollo y ventaja competitiva; y si en las universidades no apoyan la transferencia tecnológica, a través de programas orientados a la investigación y el desarrollo, con canales fluidos y en sintonía con las necesidades exploración de las empresas.

Por Álex Lagos, gerente comercial de Tecnova


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