¿Qué ocurre cuando varios países quieren tener su propio Silicon Valley?

Aunque Silicon Valley ha dominado el mundo tecnológico por 20 años, es incierto que ocurrirá en los próximos 20.

El escritor y catedrático de la Universidad John Hopkins, Alec Ross, ha publicado un análisis con las proyecciones de Silicon Valley en el futuro de la economía mundial, con base en el éxito que ha tenido durante los últimos 20 años como uno de los más importantes pilares tecnológicos del mundo. Ross contrasta luego esta posición con las intenciones de varios países de lanzar sus propias versiones de Silicon Valley.

Ross comienza su análisis señalando que en cada país que ha visitado ha escuchado la frase “Queremos crear nuestro propio Silicon Valley”. Este entusiasmo que Ross ha observado parece incluso tener una “fórmula para la creación del próximo Silicon Valley”, elaborada por el legendario Mark Andreessen:

• Construir un parque tecnológico atractivo, grande y totalmente equipado.
• Combinar centros de investigación y desarrollo con centros académicos.
• Proporcionar incentivos que atraigan científicos, empresas y usuarios.
• Interconectar a la industria mediante consorcios y proveedores especializados.
• Proteger la propiedad intelectual y la transferencia tecnológica.
• Establecer un ambiente y regulaciones favorables para los negocios.

A juicio de Ross, este modelo es aplicado en todo el mundo, pero nunca funciona. En tal sentido, dice que su respuesta estándar ante la pregunta “¿Qué podemos hacer para crear nuestro propio Silicon Valley?”, es “No pueden; es demasiado tarde”. Ross explica su punto de vista señalando que Silicon Valley tiene una trayectoria, y por cierto una ventaja, de varias décadas creando el ámbito perfecto para negocios de Internet. “Lo que sí pueden hacer, sin embargo, es posicionar a sus comunidades para competir y tener éxito en aquellas áreas de innovación que están por venir”, sería la recomendación de Ross, que menciona por ejemplo genómica, robótica y cibernética.

Ross advierte que, con todo, crear centros innovadores como Silicon Valley requiere de características culturales específicas, como asimismo capacidades del mercado laboral, “que podrían contradecir las normas sociales y los impulsos controladores de los gobiernos”.

Especialización sectorial

Ross hace luego una reseña de distintos lugares del mundo que han destacado en sectores específicos, como por ejemplo Nueva York y Londres como centros financieros, investigación genética en China, ciberseguridad en Israel, y robótica en Alemania, Japón y Sur Corea. Desde esta perspectiva, plantea la posibilidad de que Silicon Valley podría convertirse en el próximo imperio romano, sustentado en Big Data.

“¿Tendrá Big Data un efecto centralizador de los negocios, atrayendo a nuevas industrias hacia el eje de Silicon Valley, o hará posible para más empresas innovar dondequiera que se encuentren creando, en efecto, más oportunidades en más lugares de todo el mundo, que lo que ha sido posible hasta ahora?”, Pregunta Ross, quien cita al analista financiero Charlie Songhurst, quien pronostica una desigualdad global sin precedentes, donde el poder de Silicon Valley sólo será comparable a la posición que tenía Roma en la antigüedad. Ross analiza esta perspectiva -que según indica es compartida por otros observadores- señalando que el conocimiento acumulado de Silicon Valley en software y analítica podría absorber industrias completas, resultando en una centralización masiva. En tal sentido, cita en el caso de Uber, cuyos fundadores no tenían experiencia alguna en el sector de transportes, factor que fue totalmente irrelevante gracias a su capacidad de crear software y una plataforma analítica. “La idea subyacente en la visión de Songhurst es que las empresas de Silicon Valley podrían eventualmente superar cualquier rubro en el que se necesite software y Big Data – y con ello, claro está, estamos hablando básicamente de cada industria del planeta”.

Luego, Ross contrasta el análisis de Songhurst señalando que también podría ocurrir que Big Data, en lugar de absorber y suplantar a otras industrias, podría convertirse en una herramienta diversificada, a la que todas las industrias existentes puedan recurrir para impulsar su propio crecimiento. La idea planteada es que los datos serán aprovechables y escalables en una medida suficiente como para que no se requiera el dominio sectorial citado anteriormente, a excepción de las futuras industrias de umbral alto como genómica y robótica.

En opinión de Ross, “Silicon Valley fabrica las cosas que Silicon Valley quiere, desde bonitos servicios de taxi a más apps para intercambiar fotografías, pero los inversionistas y empresarios de Silicon Valley no puede ver el mundo a través de todas las industrias y rubros”. Con ello, quiere decir que todos los países tienen una mayor capacidad de identificar necesidades y desarrollar tecnologías que favorezcan a sus industrias locales e impulsen su desarrollo.

“No habrá un imperio romano. La idea de que empresas de software y Big Data tendrán un papel supremo no es del todo descabellada, pero en la medida que se propague la adopción de Big Data, se convertirá más bien en una mercancía que cualquier industria puede utilizar. Por lo tanto, hay una oportunidad real para quienes conozcan sus respectivas industrias, que podrán innovar para sí mismas, de maneras espectaculares”, señala Ross, quien advierte: “pero si esperan demasiado, veinteañeros californianos lo harán en su lugar. En aquellos casos en que una industria se adapte con demasiada lentitud, entonces habrá empresas más eficaces, aunque sin experiencia en el rubro (pero sí expertas en Big Data), como Uber, que irrumpirán y acabarán con empresas con décadas de especialización sectorial”.


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