El creador de Dilbert, Scott Adams, compara a su personaje con Steve Wozniak

Mientras Dilbert y sus colegas continúan atrapados en sus cubículos, muchos ingenieros de Silicon Valley tienen su cuarto de hora y se convierten en héroes de Internet.

Hay algo común en la tira cómica Dilbert: las historias se desarrollan en tres escenas. Scott Adams, creador de la famosa sátira mordaz de oficina, habla como si su propia carrera recién hubiera alcanzado esa tercera escena. Su nuevo libro llamado “Cómo Fallar en Casi Todo y Aún así Ganar en Grande”, tiene -en sus propias palabras- “el potencial de generar éxito en las personas”. Mientras tanto, también habla sobre la revolución de la educación y sobre legalizar el suicidio asistido; y lo dice con absoluto convencimiento luego de escribir una entrada en su blog dedicada a su padre agonizante.

Conversando con él, se siente ese tono satírico de Dilbert; por ello, hay que tener cuidado cuando opina sobre las burocracias corporativas, ya que uno puede quedar encasillado fácilmente. Como el común de los mortales, también vivió las épocas de bufón de oficina cuando veía pasar su vida como un hombre decidido de ideas ambiciosas. “Para energizarme siempre me gusta estar involucrado en al menos una cosa que podría cambiar el mundo”, dice convencido. Su plataforma de transformación global se basa en una caricatura de empleados trabajando en cubículos estrechos, que viven su vida atrapados en proyectos sin sentido, diálogos monótonos y jefes incompetentes y despiadados.

Con 56 años, ha elaborado y realizado más de 9.000 tiras cómicas. Hoy, sigue produciendo una diaria. Lo hace con una tableta digital Wacom que utiliza desde 2004, cuando su dedo meñique le pasó la factura por las interminables jornadas a punta de lápiz y papel. La simplicidad de la tira cómica es una de las cosas que ha perdurado en Dilbert, que continúa sin cambios, “a pesar de las miles de posibilidades de que el personaje vaya vestido casual a la oficina, sigue usando corbata”, recalca.

A nivel global y durante los últimos años, la tira cómica es reproducida una y otra vez en presentaciones corporativas de cientos de empresas a nivel global e incluso llega en mensajes de correo electrónico para burlarse de los jefes de turno. Es tal la simpatía por el personaje, que algunos académicos han escrito trabajos sobre “El Principio de Dilbert”, una idea según la cual “los empleados más ineficientes serán sistemáticamente trasladados a la oficina donde hagan menos daño”. Aún así, Scott dice que no ha cambiando el mundo de la oficina; “Dilbert puede haber limitado el atractivo de los libros de negocios en la década de 1990”, dice. “Hoy, un grupo de empleados sabe cuando un jefe está entrando en una situación clásica de Dilbert, y allí quedan reseñados sus excesos”.

Mientras Dilbert y sus colegas continúan atrapados en sus cubículos, muchos ingenieros de Silicon Valley tienen su cuarto de hora y se convierten en héroes de Internet. Scott dice que Dilbert no es más que un “tipo al estilo Steve Wozniak”. Al igual que el cofundador de Apple, Dilbert no persigue el dinero pero si vive en una casa grande, similar a la que Scott tiene en Pleasanton (San Francisco), con una cancha de tenis y vista a las colinas.

Para continuar cambiando el mundo, lanzó un nuevo libro: “Como Fallar”, que describe los errores corporativos e incluye una guía de meditación para principiantes a cargo de Dilberito (un saludable burrito cuya cola es la extensión de sus intestinos) y la historia de un par de restaurantes que quebraron. En esta nueva obra, el autor quiere dar a entender que “el fracaso es donde el éxito le gusta esconderse a plena vista”.

A pesar de que parece un libro de autoayuda empresarial, Scott se apresura a desmentir esto. “Hay un millón de monos haciendo un millón de cosas y algunos de ellos van a tener éxito. Cuando lo tenga, van a decir: justo antes de que tuviera éxito me dedicaba a perder el tiempo; así que decidí escribir un libro acerca de cómo las personas deberían de perder el tiempo”. Tan mordaz como su tira cómica.

El éxito de Dilbert le ha dado a Scott el lujo de poder compartir estas ideas y –según él– el tiempo para dedicarse a ellas: “Estoy extraordinariamente saludable para mi edad y creo que tengo probabilidades de vivir hasta los 100”, sonríe. “Dilbert podría acabarse cuando tenga 60, así que hay un montón de tiempo para hacer cosas después de eso”.

Adaptación de artículo de Andrew Hill

Fotografía: Scott Adams


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